EDUCACION TOTAL
CONFLICTOS ENTRE INDIVIDUO Y SOCIEDAD
Debemos advertir que
un pueblo, una sociedad o el mundo todo, es lo que en su horizontalidad social
expresa cada individuo. No lo que expresan sus extremos individuales, bajos o
altos. Estos en todo caso son hitos, pero no el camino ni la terapéutica sedante
de una sociedad congruente, capaz de reflejar bienestar general. El empezar
desde abajo nos conducirá a una evolución donde apreciemos lo humanístico,
rompamos las conductas y situaciones fóbicas, el estrés, el miedo y la agresión
y tantas formas hoy culturalizadas, habituales y conflictivas que nos privan
del placer de vivir en amor, fe y armonía. Querámoslo o no, es nuestro futuro.
Para que así sea, debemos propenderlo desde los estratos más bajos, para ir
ascendiendo a una totalidad íntegra. Sólo así cada individuo pasará a ser (como
es natural que sea) el átomo o célula social. Sólo así la neurosis de angustia,
la histeria, las neurosis obsesivas, las infiltraciones psicóticas, la
melancolía y tantos problemas psicopatológicos de esta sociedad y mundo
fragmentado, confuso, miedoso y contradictorio, desaparecerán del individuo.
Éste lo reflejará porque el mundo, como la sociedad, es la sumatoria
constitutiva de ellos. Algunos vivimos, con crisis agudas de manifestaciones
viscerales y psicopatológicas. Otros tenemos pensamientos compulsivos y
obsesivos hasta lo ritual, con la magia de lo obseso. Hay delirios insanamente
pasionales, y son trasladados a sectores sociales lábiles y pasibles de caer en
delitos, crímenes y manicomios, que en gran medida también, son producto de
nuestros modos de relación. Por lo tanto, será de utilidad, para la educación
total y permanente, que toda la sociedad revise sus posibles esquizofrenias, sus frecuencias
en función de edad, sexo, biotipología, herencia, carácter psicotípico,
factores neurobiológicos, psicosociales, familiares, educativos, económicos,
religiosos, políticos y culturales para edificar la paz. Para que así sea habrá
que reverbanderas, líderes y espiritualidades que sólo sirven a una fracción
social descuidando lo integro y global, que
constituye la educación total.
Si observamos la vida de las
personas, veremos que se desenvuelve en
un clima de conflicto, que podríamos decir, tiene lugar entre dos combatientes.
Por un lado están las necesidades que le restan bienestar y felicidad. Por la
otra parte, están los factores que satisfacen esas necesidades, que vienen
condicionadas por la sociedad y por el medio, en forma de obligaciones, que
unas veces podemos cumplir y otras no. Estoy pidiendo unas satisfacciones,
tengo unos deseos y espero que me sean satisfechos por el exterior, pero el
exterior, ya lo veremos, a veces satisface, a veces no. Además el exterior
actúa sobre mí de un modo activo, influyéndome, condicionándome. Y, de esta
dialéctica, de esta interacción, surgen los conflictos.
Las necesidades individuales se sienten
primero. Se trata de las necesidades de desarrollo y satisfacción a nivel
físico, tales como una vivienda, seguridad, alimentación, estabilidad económica
etc.
Después se hacen sentir las
necesidades a nivel vital, nos referimos a los instintos que buscan expresarse
junto a necesidades afectivas a nuestros sentimientos y sensaciones más
profundos, y a intentar realizarlos positivamente en la expresión de la vida. También está la necesidad a nivel
mental, intelectual, por la que nosotros queremos comprender, conocer tanto a
nosotros mismos como al mundo que nos rodea y entendernos con él.
Luego está el grupo de necesidades
sociales. Estas son las necesidades de sentirnos integrados con la sociedad,
con un grupo, con el resto de las personas. Lo cual tiene como finalidad el
sentir que: pertenecemos a un conjunto, que formamos parte de él, porque sí
"me siento completamente solo y excluido del grupo, tengo un sentimiento
frustrado de soledad, de angustia". Aquí vemos otra vez el conflicto de
que la persona está buscando por un lado, independencia, el respeto a su propia
personalidad, (quiere ser ella misma, quiere tener originalidad) y, por el otro,
necesita desesperadamente que la sociedad la comprenda, la acepte, la admita.
Necesita sentirse funcionando junto con los demás. Vemos como las personas
tienden a ir a otros lugares donde hay otras personas, aunque unos y otros no
se conozcan y estén sin decirse nada, El hecho de sentirse en compañía es una
expresión sencilla, simple, de esta necesidad de sentirse integrados solo por
la presencia física. Además sienten la necesidad de ser útiles en la sociedad.
Mi relación ha de ser positiva en relación con los demás. No estoy viviendo a
expensas del resto. Mis ingresos de dinero y la satisfacción de mis necesidades
se compensan con lo que la sociedad me da, y estoy colaborando para que todo
funcione más y mejor. Y en otro escalón superior, siento la necesidad de que la
sociedad como unidad, funcione bien y que las demás personas tengan bienestar.
Aunque yo viva bien, si veo que los demás pasan muchas necesidades, muchas
dificultades, a medida que mi sensibilidad va madurando, esto hace que me
sienta mal, incómodo, desagradable.
Sin darme cuenta, van surgiendo en
mí las necesidades espirituales hacia todo lo que es el bien, una aspiración de
tipo ético, inclinaciones y necesidades hacia todo lo bello, armónico,
estético; una tendencia hacia el conocimiento de la verdad, de la evidencia de
las cosas, un sentimiento y una inspiración de amor con una felicidad en grado
superior que me erotiza escalofriantemente como una participación a sentir un
poder supremo y manifestarlo en la vida real. Aquí vemos una gama de
necesidades que vivimos, cada cual en grado diferente, pero que en un sentido u
otro, están en todos nosotros.
Vemos que la sociedad actúa sobre los
demás satisfaciendo muchas de las necesidades individuales.
Si no fuera así, el individuo
moriría porque no está dotado para subsistir por sí mismo. Necesita cuidados
desde su infancia, necesita que se le enseñe, que se lo proteja, que se lo
ayude, que se le den medios, tanto en el aspecto físico como en el afectivo e
intelectual. La sociedad, en forma de la familia, de la enseñanza, del ambiente
en general, proporciona la satisfacción de esas necesidades, o por lo menos, un
número importante de ellas. Pero no las satisface todas y muchas veces, no las
satisface del todo.
El hecho es que, a cambio de
satisfacer nuestras necesidades, la sociedad ejerce una acción directa y activa
sobre cada individuo. Primero impone como en un molde todos sus valores y
conductas. La sociedad nos dice lo que es bueno y lo que es malo. Nos dice cómo
nos debemos conducir para ser valorados, nos dice cómo hemos de pensar, cómo
hemos de actuar, en qué consisten nuestras virtudes y nuestros defectos. Así la
sociedad nos va dando normas que se convierten en exigencias constantes. Es
decir, nos obliga a ser sólo como ella quiere y cada vez que yo no obedezca,
recibiré la crítica, la oposición e incluso el rechazo de la sociedad.
Sociedad, repito, representada por la familia, luego por el círculo de
amistades, por la educación, por la esfera laboral,
y por todas las personas con las cuales tengo una relación o una proyección
social. Por lo tanto, yo no puedo dar rienda suelta a mis caprichos, a mis
impulsos; debo subordinarme a lo que es el bien común. En este sentido, las
normas que nos da la sociedad son correctas. El problema está en que la
sociedad nos impone estas normas como exclusivas, como únicas. La sociedad nos
dice que hemos de ser esto, pero al hacerlo, excluye cualquier otra cosa, y
éste es el problema. La sociedad da sus normas de acuerdo sólo a su
conveniencia y no de acuerdo al bien total de cada individuo. Este es un
conflicto porque la sociedad a la vez es la suma de sus individuos, y ésta no
satisface todas las necesidades individuales, sólo trata de satisfacer todas
las necesidades sociales esforzándose por que todo converja hacia ella y que el
individuo le sea útil.
¿Y qué es ser útil desde el punto de
vista social?. Significa ser una persona de orden, integrada, que acepta y
cumple las normas como salidas de un mismo molde, el creado por la sociedad
misma. Incluso en la familia, lo que se nos enseña es esto. En cambio, las
necesidades de orden individual, quedan insatisfechas, y sólo satisfaciéndolas,
podremos llegar a vivir en plenitud. Ahí está la culminación del conflicto. En
cambio, la sociedad tiene otros puntos de vista, y en lugar de velar por la
plenitud del individuo, quiere que seamos útiles sólo a sus valoraciones. Esto
vuelve a provocar en mí una sensación
de angustia, de frustración, donde por un lado la sociedad me ayuda y por el
otro se opone a mi libertad, a mi espontaneidad.
¿Qué resultados provocarán estos
conflictos?. Examinémoslos: Primero, yo me desarrollaré en modo deficiente, y
no podré expresar todo mi potencial energético, especialmente en lo vital y
afectivo. Esto implicará una deficiencia en mi personalidad, porque la sociedad
me ha enseñado que debo ser muy obediente, muy bueno, muy pacífico. No me
estimula para que toda mi vitalidad, emociones, sensaciones y sentir, salga y
se exprese en la vida real. Por lo
tanto, mis energías no encuentran un camino de salida, y se les impone una
norma de censura, como si fueran cosas específicamente malas, ya que pueden
valerme la represión, la crítica o el rechazo de los demás. Así se produce en
mí una insuficiencia de desarrollo, podríamos decir, una pobreza espiritual que
es lo que me debilita; es como si mi personalidad, mi yo, estuviera muerto y no pudieran, en sí,
manifestar la experiencia de hacer vivir y me saca posibilidades de conciencia.
También me produce inseguridad e insatisfacción que se manifiestan bien en
forma de timidez o bien en forma de agresión.
Otro resultado que me trae el no
satisfacer mis necesidades individuales, es que me siento desgarrado por lo que
me viene impuesto desde afuera, y por las necesidades que me vienen impuestas
desde adentro pero que no están permitidas y que otra vez establecen conflicto.
Es decir, vivo como entre dos fuerzas antagónicas: la que a mí me gustaría
aplicar pero no puedo, porque está prohibido, es peligroso, despertará iras,
burlas y críticas. Razón por la cual debo estar constantemente vigilando,
controlando, ordenando lo de adentro y lo de afuera. Ocurre que la mente, (que
vigila, ordena, guarda etc.) debido a este eterno conflicto existencial, pasó a
tener un lugar primordial en mí y voy trasladando todo a la mente. De este modo
dejó de serme útil porque ya no percibo los hechos tal cual son; porque el
conflicto me obliga a ver las cosas entre lo que deseo y lo que puedo o no puedo; lo que debo y lo que no debo. Y ya mi mente
no es objetiva y no refleja la vida real. Es lo que los psicólogos llaman alienación
de la personalidad. Es decir, estar físicamente en un lugar sin percibirlo en
su realidad. La mente así es netamente egocéntrica, al servicio sólo de uno
mismo, de los conflictos internos. Sólo refleja lo que yo deseo, lo que yo temo
y debo estar constantemente viviendo sólo en la mente y no en todo mi ser y por
lo tanto menos en la totalidad de la vida. Me separo así más y más de lo que es
mi espontaneidad, mis sentimientos más profundos y mis más fuertes y valientes
impulsos, y sólo vivo entre lo que se puede y lo que no se puede. vivo
rotulando todo lo exterior de acuerdo a lo que me es útil y lo que no me es
útil, me sirve o no me sirve, me ayuda o me es perjudicial, actitud ésta que se
puede definir como guiarse por el miedo. Entonces también las personas dejan de
ser tal cual son y para mí, sólo pasan a ser símbolos o imágenes con una
valoración positiva o negativa. Dejo de tener un contacto viviente interior y
positivo. Dejo toda sintonía con lo vivo de cada persona y dejo de percibir sus
estados internos. Como consecuencia de todo esto, ha nacido en mí, una suerte
de diablo que ocupa mis más íntimas entrañas y me dirige. Es como un personaje,
árbitro o juez, que sustituye a mi ser real y a la vida real. Su reinado se
sitúa en mi mente y tiene una estructura que es el resultado de la presión
interior y de la presión exterior que recibo. Es decir, es una suerte de yo
idea de lo que soy y como obedezco a este personaje que siempre se sitúa en mi
mente justo entre mis impulsos positivos, pero no usuales, y el impacto social.
Sólo mis mecanismos reales son los que pueden curarme y lo hacen. Es decir, el
personaje irreal que me domina, es sólo una función externa, accidental,
añadida, útil para esta función de controlar impactos, pero no representa mí propia
verdad ni mi propia realidad del mundo. En el momento en que lo fui creando en
mi, este personaje me fue dividiendo, y así dejé de ser yo mismo, para ser la
dualidad entre el futuro y lo prohibido, que podríamos llamar inconsciente, o
mundo reprimido, puesto que cuando más reprimo a mi yo auténtico, más
necesidades y veleidades futuras me reclaman. No son otra cosa que imágenes
invertidas del inconsciente, situado en el futuro. Gran parte de este conflicto
fue instalándose con la actual educación.
Mi vida queda presa en esta dialéctica constante, una lucha entre todo
lo que yo rechazo en mí, aquello de lo que huyo, y lo que yo deseo, necesito o
espero llegar a ser un día. Hay cosas que temo, que rechazo porque no son
buenas, pero también hay otras que sí son buenas, que son las que yo espero
llegar a vivir. Aquí, lo malo no tiene un carácter necesariamente moral, sino
que adopta un carácter general y de conveniencia. El que yo me manifieste en un
momento dado como violento, en lugar de más o menos educado, es algo que puede
no tener que ver gran cosa con la moral, pero en cambio para mí, socialmente,
es un mal. Por lo tanto, yo huiré, huiré de ciertos gustos que pueden ser mal
vistos socialmente, porque lo que yo busco es una afirmación social; por lo tanto,
mi bien está en vivir cosas que a la vez sean importantes y estén aceptadas por
los demás. Este puede ser el éxito social, el ser rico, famoso, el ser
espiritual (al modo social), etc. Cada cosa, cada persona es algo que ayuda o
se opone. Por lo tanto, mido las cosas y las personas, sólo en función de lo
que para mí representan. Ellas valdrán según mi propia valoración egocéntrica.
Estas falsas valoraciones hacen que todo yo me convierta en un ser
excesivamente susceptible, por lo que todo lo que vaya a favor de mis
necesidades, lo viviré como bueno y todo lo que no, como malo. Aquí se explica
gran parte de nuestros disgustos, desengaños y desilusiones, porque estoy
esperando de las personas que me den afecto, seguridad, valoración,
importancia, apoyo, lo que sea, y como yo veo a las personas desde estas
perspectivas tendenciosas, cuando, en lugar del papel que les tengo asignado,
actúan de un modo diferente, entonces me siento frustrado, engañado, tratado de
un modo injusto, y siento una gran suseptibilidad y desilusión, un gran
disgusto. Es decir, tiendo a deprimirme y a vivir todas las situaciones como
una especie de batalla personal. Ya no vivo la situación real por sí misma,
sino que, cada vez es como si estuviera en juego mi afirmación o mi rechazo.
Esto explica porque reaccionamos de un modo tan exagerado, porque unas
palabras, unas acciones sin importancia, nos hacen tanto daño en un momento
determinado. Porque estamos viviendo no la situación de un modo objetivo, tal
como son, sino por la afirmación o rechazo que nosotros les damos y esto nos
hace sumamente susceptibles y débiles en el contacto social y el mundo real
deja de existir. Mi ser real ha muerto.
Aquí hay puntos áridos que hay que examinar para llegar a la raíz de
la problemática y por lo tanto a sus soluciones. El error estriba, en primer
lugar, en que yo confundo mi realidad profunda, con mi personaje irreal, ideal,
idealizado, idealizante extemporáneo y enajenante. Él separa mis impulsos de lo
que es el mundo exterior. No me deja vivir en mis mecanismos profundos, en mi
autenticidad, sino sólo en lo que se relaciona con algo exterior. El árbitro pasa
a ser el protagonista y lamentablemente, se adueña de mis decisiones razonando
por mí. No vivo más, estoy muerto y todo el resto de las personas también,
todos son personajes de ficción. Es la reivindicación misma de todo lo
prohibido. Falsea todo lo que yo creo merecer, falsea el valor que atribuyo a
las palabras y acciones de los demás respecto de mí; todo lo interpreta de
acuerdo a este personaje que creo ser o quiero llegar a ser. Todo esto es el
origen de la tensión y de la angustia, las cuales son también artificiales y no
tienen una base real y auténtica. Resumiendo, todo procede de una deficiente
actualización de nuestras energías, de una deficiente consciencia y de una
enajenación por parte de dicho personaje que me divide en dos: el mundo propio
y el exterior, y trata en todo momento de buscar su afirmación por oposición a
un mundo real rechazado, y que cuando quiere ser mi árbitro lo descubre y lo
mata..
Las energías vitales y
afectivas, son las que nos hacen funcionar todos nuestros instintos de
conservación y de activación orgánica, así como de combatividad y se expresa a
través de los impulsos, y movimientos afectivos y emocionales que van
estructurando (haciendo) nuestro organismo, nuestras funciones y también nuestra conciencia que pasa a ser la del
árbitro. De una formación y educación total depende, nuestra fortaleza afectiva
y psicológica. Gran parte de nuestros problemas proceden de, que nos vivimos
con debilidad, con inseguridad. La seguridad o la debilidad y gran parte de
todos los problemas, están en función directa del grado de energía y educación
total que expresemos al vivir. Por culpa de la educación actual, los problemas
no se resuelven. Estos problemas no se resumen sólo con libros, consejos,
palabras, etc. Sólo se resuelven por medio de la movilización activa y real de
energía. Esto es lo único capaz de darnos una conciencia cada vez más intensa,
más profunda, más segura de nosotros mismos. Es lo único capaz de erradicar
todo personaje y todo idealismo para que pueda aflorar el yo auténtico y
ancestral que todos llevamos adentro. Este aparece cada vez más hasta quedarse,
cuando experimento con toda mi capacidad la acción activa de vivir en la
totalidad de la vida. Cada vez que estoy haciendo algo, adquiero una conciencia
de mi relación a aquel algo; esa conciencia y la suma de otras de mí con
relación a lo que hago, es el yo real.
Gran parte de nuestros
problemas consisten en que hemos vivido, sí, unas cosas, pero otras, solamente
las hemos pensado, y el pensar no puede sustituir a la realidad de vivir en la
educación actual. El desear, el imaginar, o el razonar, nunca pueden sustituir
a la acción directa. Es nuestra verdad. Yo soy exactamente lo que he
ejercitado. Podré opinar lo que quiera, podré soñar que soy un gran personaje,
o imaginar que soy muy poca cosa, pero aparte de lo que sueñe, aparte de toda
fantasía, es sólo una opinión, yo soy exactamente lo que he ejercitado, y esto
en todos los niveles, desde el más material hasta el más espiritual.
La vida me está pidiendo que todo yo sea expresión, que todo lo que
soy y tengo, lo entregue de un modo inteligente, que lo utilice en mi vivir,
que lo invierta en mi existencia cotidiana, en mi energía física, en mi salud.
¿Para qué lo quiero si no es para vivir, para trabajar, para andar, para amar.
¿Para qué quiero mis sentimientos, mi capacidad de amar, crear, hacer, reír, si
no es para poder expresarlos y compartirlos e iluminar con mi luz, la luz de
los demás?. En la medida en que guardo algo, estoy subvirtiendo, estafando la
vida, me engaño a mí mismo. Esto es lo que hay que ver, del sentido total de la
vida. Porque para eso la tenemos, para vivirla completamente, hasta el fondo y
cada instante de ella debe ser un acto total en el que debemos brindarnos a
vivirla como si nuestras puertas interiores estuvieran siempre abiertas. Aquí
es donde la educación total importa.
La vida es un eterno
proceso de dar y recibir, para lo cual debo estar siempre receptivo. A veces
tememos a la receptividad porque con la acción sentimos que hacemos algo, que
nos defendemos y nos afirmamos. En la receptividad tenemos miedo de ser dominados,
de ser heridos, cambiados; vivimos la receptividad como algo negativo o
debilitante. Bien, la receptividad se convertirá en una experiencia afirmativa
para nosotros cuando aprendamos a vivirla con dos requisitos: primero, que yo
aprenda a estar en cada momento bien consciente de mí mismo, y segundo, que yo
aprenda a estar receptivo en simultaneidad con mi mente y con mis sentimientos.
Y esto sólo puedo hacerlo cuando descubro que el otro es algo interesante, es
decir, cuando amo al otro, cuando me intereso por él. Al interesarme por él, le
concedo mi atención y ésta no es sólo auditiva, sino mi sensibilidad afectiva.
Entonces la escucho simultáneamente con el corazón y no sólo por sus ideas, razones o palabras; es fundamental expresar todas nuestras energías,
en especial, las físicas vitales y afectivas, pero es importante también hacerlo
con algunos requisitos. El primero debe ser no expresar en lo posible nada
negativo; es negativa la expresión de mis reivindicaciones, de mi necesidad de
afirmación, que tienden a disminuir la realidad o la afirmación de los demás.
El segundo requisito es expresarse con la máxima intensidad posible. Esto es
muy positivo para obligar a las fuerzas del inconsciente a que salgan y se
expresen. El tercero es hacerlo con la máxima continuidad. El trabajo
psicológico hay que hacerlo día a día, de instante en instante y en la vida
cotidiana, con perseverancia. Otro requisito es que en todo momento nos
adecuemos a cada situación exterior.
Estos cuatro
puntos son sólo parte de una realidad
práctica de educación total. Pero debemos recordar que las otras personas y sus
realidades personales se encuentran sustituidas por personajes. Hay necesidades
que deben satisfacerse; cuando ello no ocurre se produce una disminución y/o
deformación en el desarrollo de las personas (en su fortaleza y potencia
física, afectiva, emocional, intelectual, etc.). Ello sucede generalmente por
falta de oportunidades de trabajo, o por falta de colaboración y educación
total, juntamente con los otros recursos que permiten el ejercicio pleno de la
vida. Si dichas faltas no se resuelven, es imposible incrementar la conciencia,
aprender, perfeccionarse, elevarse en la personalidad, el carácter, la cultura,
o ejercer eficazmente el trabajo y educación para la totalidad del vivir.
Ante estas situaciones, sólo quedan
las alienaciones impuestas por un falso árbitro creado por nosotros mismos, a
través de nuestra propia mente. Dicho árbitro viene a imponer su propio juego
sucio, ocupándonos como por una usurpación y para explotarnos, e influir desde
la mente en nuestras decisiones, en nuestra conducta, en nuestra inteligencia,
y en nuestra objetividad. ¡Y aún así le damos la bienvenida! Kennet Arrow dice
en Economic Philosophy, refiriéndose a un concepto parecido a éste en Joan
Robinson: "La miseria de no ser explotado por los capitalistas no es nada
comparada con la miseria de no ser explotado en absoluto".
Creamos ese referee, lo adoptamos como
remedio, y él se refugia en nuestra mente para arbitrar necesidades impuestas
entre el exterior (generalmente la sociedad), y nuestras necesidades
interiores.
"Quiero
pero no me atrevo" a despertar las quejas, críticas y sanciones, Y la
otra, la que "no quiero", pero me piden o imponen hacer y me parece
que es mucho sacrificio, peligroso, que no vale, que no va con mis ideas, gustos,
mi modo de ser y digo: "Yo soy así", o sea así estaré vigilando,
controlando constantemente y acompañado en mis miedos, debilidades y carencias,
por ese arbitro.
Entonces, mi mente ya no cumplirá su
función primordial y objetiva de reflejar,
como un espejo, los hechos reales
tal cual son, sino como ese
"arbitro" quiere que sean. Si nada se me da, apelo a lo que arrogo que debe ser; apelo con
hechos, retos, reniegos y
clemencias, hacia formas ingenuas de justicia, ignorando que por ley de la
naturaleza, los débiles son usados en
beneficio de los egos o árbitros más fuertes (si bien los derechos se hicieron
para los débiles, es el fuerte el que los hace valer).
"Puedo", "no puedo", "quiero", "no
quiero", "debo", "no debo". Actuó de un: modo ciego,
miedoso, personal y conflictivo. No es más mi mente que imparcialmente refleja
la realidad, ni tampoco mi volición, afecto, valor o inteligencia. Sólo re
fleja el miedo y la conveniencia de ese arbitro. No es más mi infinita
valentía, poder y amor que es mi auténtica realidad. Es el referee quien ahora
ocupa toda mi existencia de un modo totalitario, muchas veces sin yo quererlo
ni saberlo, me quita espontaneidad, mis sentimientos más profundos, y me priva
de satisfacer mis necesidades espirituales, éticas, científicas, solidarias, de
entregarme a vivir plena e inteligentemente, a la vez que, atenta contra mi
salud, cuanto más me tensa al obligar a concentrarme en las ideas y órdenes que
me impone. No veo más (como el científico en su microscopio el microbio
mortal) los hechos como son, sólo los veo, según mis debilidades que no son
mías sino del árbitro artificial, que yo mismo he creado por falta de una
educación total.
Así me paso toda la vida interpretando
a las personas, relaciones, ideas, cosas, hasta que todas éstas son sólo símbolos
e imágenes con un grado de conveniencia o ilusión. Las personas no valen por
ellas mismas y no me importa su mundo viviente. No siento por ellas, no
comparto sus expresiones. Limito el amor sólo a las personas que se muestran
como mis ideales: convenientes o no. Vivo solo en mis interpretaciones, ilusiones,
postergaciones y evasiones indigestas, que serán luego el pasado no
experimentado objetivamente. Para
acortar este tema tan
difícil de sintetizar, veamos el
diagrama siguiente que trata de mostrar este personaje ("arbitro"), que luego irá creando
otros personajes siempre relacionados con el tiempo:
Es ese "arbitro" o
"referee" y no yo, el que se encarga de elegir, clasificar y
controlar solo lo que él dice que me conviene o no. El tiene sus
mecanismos,-sus códigos como en una gran computadora y me hace actuar como una
máquina.
Esa creación de la mente
a lo que nos venimos refiriendo, nos hace reaccionar con formas, impulsos y
hábitos mecánicos y automáticos, y nos despoja de nuestras potencias infinitas,
para anularnos y sustituirnos por personajes ficticios, que no son nuestra
verdadera persona. Lo hacen bajo indicación de ideas y modos de adaptación,
defensa, comodidad, etc., que se hallan en las culturas no esclarecidas, para
confundir a las personas con lo que más profunda e íntimamente son.
Así también hace que confundan del mismo
modo a los demás creando valores y juicios falaces, faltos de realidad, que están profundamente
ligados a las situaciones políticas, económicas y culturales. Por lo tanto, es
posible atenuar en gran parte sus efectos desde una educación total, política laboral, moral,
evitando que la gente vaya creando luego otros personajes proyectados por este
árbitro, que siempre, estarán relacionados: con el tiempo. Ejemplo: Mi árbitro
crea sustitutos del presente. Esto origina una deuda con la realidad, que voy
acumulando en el pasado, y a la vez me hace magnificar el futuro que deseo.
Veamos estos tiempos,
efectos y personajes: 1o) personaje ya descripto como el
árbitro, juez o patrón. 2o) Este
segundo personaje que dedicará su atención al manejo de todas las necesidades
que por una razón u otra no quedaron satisfechas. Esto, al margen del déficit
económico que arrastra, es también el déficit de actividad, de vida, de
realidad, experimentación o de trabajo que se ha dejado sin hacer por
imposición del primer punto.
El primer personaje las
ha reprimido y obligado a guardar en este segundo personaje, que es el depósito
que los psicólogos llaman subconsciente y otras
veces inconsciente, desde donde presiona con reacciones compulsivas, dando
lugar a diagnósticos psíquicos y también físicos graves, que a veces confinan
al individuo a sufrir cárceles y manicomios, o a tener deficiencias y situaciones
conflictivas con el trabajo, con la familia, con la sociedad y con su propio
cuerpo.
3o) Entre el primero y el segundo personaje, crean este tercer personaje,
o sea que se realimentan mutuamente. Cuantas más frustraciones y deudas tengo
con el pasado (o sea con el segundo personaje), más me evado del presente, más
fuerte es este tercer personaje que se puede definir como magnífico y
magnificador, ideal e idealista. Vive de ilusiones y postergaciones, y siempre
en el futuro, toma a pecho todas las imágenes e imaginaciones. Se podría decir
que este es un personaje positivo, si no
fuera por su falta de cordura y sus nefastas desilusiones. Él es quien crea
casi todo tipo de susceptibilidades, tensiones, agresiones, complejos de
inferioridad, pobreza, conflictos laborales, angustias, etc., por medio de su
mecanismo sobre evaluador de posibilidades, personas y cosas, y
fundamentalmente por su interacción permanente con el segundo personaje (es
decir, con el pasado). Siempre tiende a deprimirse o a agredir.
4o) Los personajes anteriores, le dan vida a un cuarto personaje que es
el de la culpa, la crítica, la sed de justicia. Un vicioso del derecho con poco
sentido del deber. Es muy ingenuo, leguleyo, débil y dice siempre
"debería", "debe ser", "debía haber sido", etc.
Es el personaje que impulsa generalmente muchos de los malos policías, nuestros
actuales educadores, militares, políticos, empresarios, padres, gobernantes y a
muchos de los que tienen algo que ver con la autoridad, como asimismo, el
delito, la vagancia, la educación estereotipada, la
corrupción, la ventaja, la especulación, etc. Siempre tienen
explicaciones, justificaciones, evasiones que apañan y encubren su proceder de un modo racional. Evaden
las respuestas objetivas para "defenderse".
Este último personaje es el centro de los conflictos y es la
convergencia de los primeros. "Cree ser de un modo quiere ser de otro
modo", y ello pervierte la realidad e impide que afloren los verdaderos
valores que toda persona tiene.
El trabajo y la
educación total no puede seguir siendo solo una función mecánica de la
convivencia de aquellos personajes, donde todo queda irracionalmente fracturado
y reñido, con la colaboración y la interacción individual como parte unitiva
del conjunto.
Estas exposiciones del
hombre y la naturaleza propia y externa ¿no ponen "la piedra en la
rueda" a nuestro futuro, dejando en las tinieblas nuestro pasado? En
absoluto, todo lo oscuro está dado por estos personajes. A estos es posible
erradicar de toda la masa social a través de una adecuada política de trabajo,
educación total y moral, auténticamente revolucionaria y objetiva.
En la historia de la humanidad, muchos personajes han vivido, en los hombres, para hacerlos trabajar sin saber cómo, ni para
qué, ¿cuál es entonces la razón por la cual algunos científicos, guerreros,
místicos y hombres de distintas condiciones, superaron a los personajes, a la
tradición y a las culturas sociales circundantes, logrando ejercer su soberanía
interior? Ellos vieron y observaron esos personajes de un modo objetivo. ¿Dónde
se origina realmente toda la energía, toda la fuerza de vivir y voluntad de
trabajar, y educarse. Toda la auténtica seguridad, libertad y orden? Nada
puede producirlas si esas condiciones no se hallan vivenciadas en nuestra
autenticidad interior. Nada más eficaz para experimentar esas vivencias que el
trabajo y la educación total para extraer de raíz todo personaje.
Una auténtica educación, es
educir (propiciar la expresión de lo interno)
a través del trabajo, es necesario promover la educación total y al
trabajo para que sea la materia prima, el agente del movimiento de nuestro
mundo interior, de un modo auténtico y real. Puesto que, si bien el mundo
exterior no nos da la energía que, interiormente ya poseemos, sólo él es el
motor, y agente de todo movimiento interior que va formando la conciencia, las
funciones, las formas y la materia de nuestro cuerpo y psiquis.
Analizaremos por otra parte el carácter
eminentemente social y espiritual del trabajo. Este análisis puede tener cuatro
tendencias:
1) El análisis
místico que nos lleve a comprender lo más profundo de nuestro ser. 2) El
análisis religioso y teológico que nos eleve. 3) El análisis del mundo externo
que nos expanda y nos haga comprender lo interno a través de lo externo.
4) El análisis
de los personajes que nos permitirán ver la con fusión de una oscuridad abismal
hacia muy abajo.
Cuatro caminos,
que al fin son convergentes, aún el de los personajes, puesto que sin la
aceptación de ellos, nunca los advertiríamos y solo el verlos objetivamente nos
permite inactivarlos. Si este universo es energía y ella se manifiesta en la
materia y el movimiento, debemos deducir que la totalidad de la vida y el
universo mismo, son trabajo. Cuando de trabajo religioso se trate, si se hace
sin superar los personajes psicológicos, son ellos mismos los que crean las
condiciones devotas de acuerdo a su propia identidad e interés. Ello, sólo
crea ignorancia, superstición y miedo, y no sirve para la educación total, el
trabajo productivo ni religioso ¿cómo hemos de ser religiosos sin elevar al máximo la
expresión espiritual en el trabajo? Sin atender nuestros simples planos
horizontales la convergencia hacia arriba es solo una contradicción y un
desorden.
El desarrollo económico, como el
desarrollo espiritual, son consecuencias. Nada hacemos con prácticas elevadas
de espiritualidad si no hemos madurado como personas, ni hemos superado los
problemas psicológicos y nuestra persona es un con junto de personajes. Vemos a
diario esta contradicción en organizaciones, países y personas.
Si no acordamos las prioridades y
complementaciones entre lo físico y lo espiritual nos guiará el desorden. Sólo
en medio del trabajo, de los problemas familiares, económicos, sexuales,
culturales, de salud, de personajes, etc., y sin rehuirlos, aprehenderemos la
máxima libertad, valor, poder, orden,
felicidad, amor e inteligencia,
lo cual equivales a una entrega total a lo real y superior, que es la vida misma. Ello se logra viviendo activa
y lo más conscientemente, el mundo exterior que nos lleva a comprender y a
hacer consciente el mundo interno. Si así no ocurre, todo queda postergado,
idealizado e inmovilizado en lo interno, lo cual genera personajes, tensiones,
enfermedad y desgracia individual y colectiva. Ello es retraerse, resistirse,
negarse y subvertir la realidad de la vida, sustituyéndola por un miedo cobarde
a responder a sus desafíos tal cual se dan.
